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NOTA DEL DIRECTOR:

 

Siempre que asisto a acontecimientos audiovisuales, como estrenos de cine o festivales de cortometrajes, me satisface la cantidad de contenido social que llena la pantalla. Abundan las historias sobre el maltrato, el acoso escolar o el riesgo de exclusión social… sin embargo, hay algo que me llama la atención: la escasez de contenido medioambiental. La ficción sobre temas  como la destrucción del naturaleza, la explotación de los recursos y la ingente cantidad de residuos derivados de nuestra sociedad de consumo, brilla por su ausencia.

 

La Hija de Yemayá muestra el conflicto sucedido en el pueblo andaluz de Almasij,  entre un grupo de ecologistas defensores de mantener la Playa de Alnayate en su estado natural, y los habitantes del mismo pueblo, precursores del Plan de Desarrollo Turístico; que suponía la construcción de hoteles, casinos y pistas de golf en esa misma playa, con la consiguiente creación de riqueza y puestos de trabajo para la zona.

 

Y es que, lo que esta historia pone de manifiesto es el eterno debate entre el desarrollo económico y la preservación del patrimonio natural. Un conflicto que está constantemente rodeándonos, un tema de rabiosa actualidad y profundamente necesario que, sin embargo y como ya hemos dicho, todavía ha sido poco tratado en el mundo cultural.  

 

Este proyecto trata de crear todo un universo ficticio, pero con un tratamiento de documental, porque la historia de Almasij, es la historia de cientos de pueblos de la costa española; desde Soto Grande a La Manga, pasando por el desastre del Hotel del Algarrobico en la costa Almeriense. Una historia que pertenece a todos y que pone de manifiesto el equilibrio, casi imposible, entre la creación de puestos de trabajo, y la conservación de la naturaleza en su estado virgen.

 

Pero la originalidad del formato radica en que, los vídeos testimoniales de los personajes que vivieron la historia en primera persona, son interpretados por una misma actriz: de esa manera decimos al espectador que no está asistiendo a una historia real, si no a una recreación. Además, se refuerza la idea de que todos los personajes son, al fin y al cabo, un alter ego de nosotros mismos: todos vivimos este mismo conflicto a diario; vamos al supermercado y nos sobrepasan la cantidad de envases de plástico que envuelve nuestra comida, a todos nos abruma esa cantidad de prendas de usar y tirar de los centros comerciales…  pero seguimos comprando, tirando y volviendo a comprar, porque nos han enseñado que debemos mantener la rueda del consumo constantemente en movimiento para mantener nuestro sistema de “bienestar”.

 

– “Esta es la historia de ficción, más real, que se puede contar sobre los pecados de nuestra sociedad de consumo”–.

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